La Semana Santa arrancará el Domingo de Ramos, que este año coincide con el 24 de marzo.

Es decir, que Jueves Santo será el 28 de marzo, el Viernes Santo, el 29 de marzo, el Domingo de Resurrección el 31 de marzo y el Lunes de Pascua el 1 de abril.

Semana Santa en La Línea de la Concepción

Un latido entre incienso y levante

“Cuando el Cristo pasa por Real, el silencio pesa más que el viento del Estrecho.”
—María Jesús Domínguez, linense y costurera de túnicas

La Semana Santa linense no cabe en una sola fotografía ni en un único relato. Es la suma de un puerto que huele a mar, de un levante que arruga capirotes y de generaciones enteras que han aprendido a medir el calendario por Cuaresma y Domingo de Ramos. Del Barrio de la Atunara al centro histórico, cada calle se convierte durante siete días en un escenario donde la fe y la identidad de la ciudad se dan la mano.

Un pasado forjado a ambos lados de la verja

La Línea de la Concepción nació y creció mirando a dos fronteras: la del Peñón y la del mar. Esa doble condición explica por qué su Semana Santa también bebe de influencias gaditanas y malagueñas. Las primeras referencias documentadas datan de 1870, apenas dos años después de la fundación del municipio, cuando un pequeño Vía Crucis improvisado por marineros dio origen a la tradición procesional. Con el tiempo llegarían las cofradías canónicas:

• Hermandad del Gran Poder (1944)
• Cofradía del Cristo del Abandono y la Virgen de los Dolores (1956)
• Hermandad de la Esperanza (1963)
• Hermandad de la Soledad y Santo Entierro (centenaria, refundada en 1910)

Hoy son doce las corporaciones penitenciales, cada una con su casa de hermandad, su cuadrilla de costaleros y sus propias “madrinas” que remiendan túnicas a la luz de un flexo.

Domingo de Ramos: palmas mecidas por la bruma

Nada anuncia mejor la entrada triunfal que los repiques de la Parroquia de la Inmaculada a las cinco de la tarde. Las palmas recién trenzadas llegan desde Elche en camiones que aparcan junto a la Plaza de la Iglesia. Niños de estreno impecable acompañan al paso de la Entrada en Jerusalén mientras el levante levanta un suave polvillo dorado. La banda municipal interpreta La Estrella Sublime y los balcones, engalanados con colchas de croché, se convierten en improvisadas tribunas.

Martes y Miércoles Santo: la intimidad de la noche

Cuando cae el sol, el recogimiento gana terreno. El Martes Santo, el Cristo del Abandono avanza por la calle San Pablo con tan solo el acompañamiento de un trío de capilla. Las luces públicas se apagan y las velas de los nazarenos dibujan un río de ámbar. Quien vive la escena asegura que el rumor del mar se cuela entre los silencios, recordando al pescador que reza en voz baja antes de hacerse a la mar.

El Miércoles es el turno del Gran Poder. Sus costaleros, curtidos en el muelle, juran que cargar el paso “pesa lo mismo que un buen día de faena en la lonja”. En la estrechísima Calle Teatro, la cuadrilla ejecuta un giro de 90 grados con la maestría de un ballet mecánico. Los aplausos estallan cuando la corneta rompe en Silencio Blanco y los claveles se estremecen.

Jueves Santo: el verde Esperanza

Ni el viento ni la humedad consiguen apagar el verde terciopelo de la Esperanza. El paso, coronado por la Virgen con una mirada que combina dulzura y firmeza, sale a las nueve en punto desde la capilla de Santiago. “Es la noche de las saetas”, afirma Paco “el Rubio”, cantaor de 70 años que cada año se sube a la peana del Mercado Municipal para lanzar su quejío. El eco resbala por las fachadas encaladas y, por un instante, el cielo se llena de latidos flamencos.

Viernes Santo: Soledad y Penumbra

El duelo se viste de negro. El cortejo del Santo Entierro abandona la Iglesia de la Inmaculada a paso lento, con carráncanos golpeando el suelo en compás fúnebre. A medianoche, la Soledad cierra la jornada: solo el sonido monótono del tambor destemplado acompaña a la Señora. Las farolas se apagan de nuevo; las únicas luces son los hachones que balancean los nazarenos. Quien aguanta hasta el final sabe que en La Línea el silencio del Viernes es casi tan famoso como su fiesta del Carmen.

Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección: la otra cara de la moneda

Tras la penumbra, la explosión de blancura. El Sábado de Gloria suena a charanga juvenil junto al Paseíto Fariñas. El Domingo de Resurrección, el Resucitado recorre la ciudad bajo una lluvia de pétalos que lanzan vecinos y turistas desde los balcones. Las bandas cambian marchas fúnebres por pasodobles y las terrazas de Avenida España se llenan de chocos fritos y cazón en adobo.

Sabores y ritos que completan la experiencia

1. Tortas de bacalao y potaje de vigilia en los bares del barrio de San José.
2. Buñuelos de viento rellenos de crema que las abuelas fríen el Jueves por la mañana.
3. Visitas al Monumento, con colas de fieles esperando besar la reliquia de la Vera Cruz en la parroquia de San Pío X.

Consejos prácticos para el visitante

• Aparca fuera del centro: las calles se cierran desde las 15:00 h.
• Lleva chaqueta; el levante puede bajar la temperatura diez grados en minutos.
• Respeta los silencios y evita usar flash en calles estrechas.
• Prueba a vivir un tramo “por dentro”: la mayoría de hermandades aceptan promesas que deseen salir de penitentes.

La Semana Santa de La Línea es un diálogo entre la marea y la cera, una procesión que no teme al viento y que siempre acaba regresando a casa, como los barcos cuando buscan puerto seguro. Quien la vive una vez entiende que, detrás de cada capirote, late la identidad de un pueblo que se sabe frontera y puente a la vez.